lunes, 22 de octubre de 2007

La escuela en casa


Reportaje

CHESTER ACABA DE CUMPLIR OCHO AÑOS Y NO SABE LO QUE ES EL COLE. Sus mejores amigos, Lucas y Craig, tampoco tienen la más remota idea. Viven en Nueva York, capital del mundo civilizado, y forman parte de una red local de niños sin escuela: sus padres han decidido que crezcan lejos del rigor académico, que aprendan a su ritmo y sin competitividad, que sacien su curiosidad leyendo, explorando un museo, empapándose de naturaleza...

"Y sobre todo jugando, que están en la edad", proclama la madre de Chester, Isabella Schwartz. "No entiendo cómo a un niño de ocho años se le puede forzar a sentarse seis horas en un pupitre. Tampoco me explico por qué se les bombardea con deberes, por qué se les obliga a memorizar conocimientos inútiles, por qué no se les deja ni cinco minutos a solas con su imaginación. Yo creo que un niño, a esta edad, aprende sobre todo a través de la intuición y del juego. Por eso he decidido no llevar a Chester al colegio". Hace 20 años, Isabella se habría ganado a pulso el estigma de enemiga de la sociedad. La habría denunciado algún vecino; la habrían amenazado incluso con retirarle la custodia de su hijo, como les ocurrió en tiempos a los pioneros del homeschooling. Hoy, pueden estar tranquilos. La escuela en casa es perfectamente legal en los 50 estados. Un millón y medio de niños han faltado este año al comienzo de curso y la cosa va a más. La revista Newsweek le dedica la portada al tema. Brotan decenas de publicaciones, redes locales de apoyo, directorios en Internet. La Universidad de Harvard da la bienvenida a las primeras generaciones de homeschoolers. Y actores famosos como Debra Winger y John Travolta deciden desescolarizar a sus hijos.

Reportaje

Aún hay voces que alertan contra las supuestas carencias de los sin escuela. Algunas de ellas, tan autorizadas como las del autor de La Inteligencia Emocional, Daniel Goleman: "Todo lo que sé lo aprendí en el patio de recreo".

Pero poco a poco, psicólogos y pedagogos van dejando a un lado los prejuicios, y hasta los asesores del Departamento de Educación, como Patricia Lines, se rinden ante la evidencia: "Estamos asistiendo a la reinvención de la idea de escuela. Nos encontramos a las puertas de una educación más abierta, mucho menos rígida, con infinitas posibilidades de aprendizaje fuera del sistema".

La madre de Chester sonríe cuando escucha a los expertos y recuerda los titulares alarmistas que acompañaron a los primeros casos (comparables a los que mereció Gabriel, el niño almeriense que estudia por Internet y que ha golpeado las conciencias de los educadores españoles).

"Aquí abrieron la brecha los padres ultrarreligiosos, preocupados por los valores que estaban inculcando a sus hijos en las escuelas", explica. "Luego se apuntaron los libertarios y los alternativos. Ahora te encuentras de todo, incluso gente que jamás pensó dedicarse a esto, padres y madres convencionales que llegan rebotados, después de una mala experiencia de sus hijos en la escuela".

Isabella, 43 años, llevaba rumiando la idea desde antes de tener a Chester. Su maestro en esto del homeschooling fue el venerado John Holt, autor de Enséñate a ti mismo. Holt sostiene que los niños son aprendices natos, y que los exámenes, las notas y hasta los mismos profesores no sirven más que para inhibir esa capacidad natural que muchas veces se acaba perdiendo. La mejor escuela, a su entender, está fuera de las aulas, y los mejores tutores son los padres, que más que enseñar deberán alimentar la curiosidad de sus hijos.

Con la lección aprendida, y con la ayuda ocasional de su marido Jim (masajista, como ella), Isabella dejó que Chester llevara la pauta. Y ante su asombro descubrió que el niño aprendió a leer casi por sí solo, con la misma naturalidad con la que empezó a hablar o a dar sus primeros pasos. La jornada extraescolar de Chester comienza sin prisas a eso de las nueve y media de la mañana. Si el tiempo acompaña, lo primero que hacen madre e hijo es media hora de gimnasia y estiramientos en Central Park. Vuelven a casa y leen una o dos horas juntos, con la pequeña Jemimah -tres años- revoloteando en la alfombra. Mientras la madre hace la comida, Chester pinta, o juega, o aprende a tocar la flauta.

Por la tarde es cuando ve a sus amigos Craig y Lucas: a veces en el parque, otras en la piscina cubierta o en el taller de artes plásticas al que se han apuntado. Con su padre -y con los otros catorce niños que forman parte de la red de homeschoolers- va todas las semanas a visitar algún museo, o a ver una obra de teatro, o de excursión a una granja cercana: clase práctica de naturaleza. Los viernes y los sábados, partido de béisbol.

"En unos meses le llevaré a Matemáticas, que es mi punto débil", admite Isabella. "Contamos con un profesor que da clase en grupos pequeños y tenemos también acceso gratuito a los ordenadores del colegio público. Pero aún es pronto para que el niño se deje los ojos en la pantallita; prefiero que desarrolle antes otras habilidades".

Y Chester, ¿qué opina? "En el béisbol tengo amigos que van al cole, pero siempre están muy ocupados y apenas tenemos tiempo para vernos entre semana... ¿Que si me gustaría ir a clase? Bueno, a lo mejor algunos días, pero todos seguidos no: creo que me cansaría pronto".

Cristina Lloyd, 20 años, estuvo en el colegio precisamente hasta los ocho, cuando sus padres decidieron desescolarizarla: "No guardo mal recuerdo de las clases; lo peor era que llegaba a casa agotadísima. Con el cambio, empecé a aprender mucho más rápido: mi padre, que es ingeniero, decidió trabajar menos y ayudarme con las ciencias. Como me quedaba bastante tiempo libre, me metí de voluntaria en la iglesia, en un hospital y en una asociación ecologista".

Cristina estudia Biología en la Universidad de Maryland. Superó con creces el examen de ingreso, y también el de socialización: "No he tenido ningún problema para adaptarme. Toda mi vida he estado rodeada de chicos y chicas de mi edad. La única diferencia es que nuestro punto de encuentro era siempre fuera de la escuela".

¿Y a tus hijos, los educarías en casa? "Uf, no sé. Yo les estoy muy agradecida a mis padres, pero es mucho trabajo, y casi siempre es la madre la que se sacrifica". "Al final te compensa", replica el padre, Bill Lloyd, portavoz del National Home Education Research Institute. "Lo mires por donde lo mires, no veo más que ventajas: los niños aprenden más y mejor, se crean lazos muy estrechos entre padres e hijos, los chavales tienen menos problemas emocionales y salen con un fortísimo sentido de responsabilidad y de independencia".

Desde 1993, cuando vencieron la última batalla legal, el número de homeschoolers se ha multiplicado por cinco en Norteamérica. La legislación varía mucho según los estados: unos obligan a exámenes periódicos para comprobar si el niño está a su nivel; en otros basta con el informe de un tutor. Los colegios públicos ceden sus bibliotecas y sus instalaciones deportivas a los sin escuela, y en Washington y Iowa se han abierto los dos primeros centros de recursos para padres de homeschoolers.

Canadá y Australia son terreno más que abonado para los sin escuela. En Hong Kong, Japón e incluso Egipto existen también asociaciones de homeschoolers. Gran Bretaña lleva la voz cantante en Europa y Francia es nuestro punto de referencia más próximo. En España, la objeción escolar está aún en pañales. Apenas medio centenar de familias, enfrentado a la incomprensión social y obligado incluso a dar la cara ante los tribunales (aunque los jueces siempre se han puesto del lado de los padres que no llevan al colegio a sus hijos por motivos ideológicos, algo muy distinto al absentismo escolar).

"¡Con la Escuela hemos topado!", se lamenta Isabel Gutiérrez desde un remoto punto de la cornisa cantábrica. "A la gente le cuesta creer que la sociedad evoluciona. Hace diez años parecía impensable que se pudiera objetar al servicio militar, pero aquí estamos. A lo mejor dentro de otros diez ocurre lo mismo con la escuela, no lo sé". Isabel y Guillermo tienen tres hijos, dos de ellos en edad escolar. Pese a sus dudas, decidieron no llevarles a clase y confirmar por su propia experiencia que "el aprendizaje viene por sí solo y no como algo impuesto".

La madre pasa la mayor parte del tiempo con ellos; el padre la releva por las tardes... "Ningún día es igual. Los niños se despiertan a las nueve o así, se pasan mucho tiempo jugando, me ayudan con las tareas de la casa, leemos juntos, tejemos muñecos de lana. Hay rachas en que hacemos un trabajo más de escuela, y nos centramos por ejemplo en las matemáticas. El mayor lee muchísimo, a la niña se le da muy bien la cosa artística. Los dos están fascinados con la equitación: quieren saberlo todo sobre los caballos".

Isabel y Guillermo saben que sus vecinos les consideran raros, "pero nuestros hijos no son marginales, se relacionan con otros chicos de su edad y si no se ven más es porque sus amigos están ocupados, en clase o haciendo deberes".

En sus escasos ratos libres, Isabel colabora con Crecer sin Escuela, el boletín que sirve de punto de encuentro a padres e hijos objetores. Desde 1994, cuando se celebró el primer encuentro nacional, el grupo va en aumento, luchando por salir de la semiclandestinidad.

Desde Alicante, Péter Szil, psicoterapeuta húngaro afincado desde hace doce años en nuestro país, ha hecho todo lo posible por espolear el movimiento: "Mi decisión personal fue la de dar la cara, porque es la única manera de conseguir algo".

Péter tiene dos hijos, Lomi y Tolmi. El mayor fue a clase hasta los nueve años; un cambio de colegio le hizo virar accidentalmente de rumbo: "Decidimos probar a ver qué tal nos iba en casa, y descubrimos que el niño era feliz y que le surgieron inquietudes que antes no tenía. Para mí fue también mucho más gratificante: todas las energías que antes me dejaba intentando cambiar la escuela podía invertirlas directamente en él".

Uno a uno, Péter rebate los fantasmas que pesan sobre la objeción escolar. "Los niños no se pasan todo el día en casa; al contrario, gozan de mucha mayor libertad de movimientos que en la escuela. ¿Que si no socializan? Nos olvidamos que la sociedad existe desde mucho antes que la escuela. Mi hijo ha estado en los boy scouts, ha participado en talleres con gente de todas las edades, ha viajado todo lo que ha podido. La niña va desde muy pequeña a clases de música: aprendió a leer las partituras antes que las letras".

Péter rebate también el argumento más socorrido desde el flanco progresista: "No queremos restarle el mérito a la enseñanza pública, que ha cumplido una función vital en este siglo. Pero la sociedad cambia, y no es el primer logro social que se vuelve contraproducente por su uso masivo. No estamos pidiendo que desaparezcan los colegios públicos; simplemente que se reconozca el crecer sin escuela como una alternativa".

"La curiosidad es el hambre del aprendizaje", sentencia Péter, "y los colegios están provocando la anorexia cognitiva: niños que se han dado el atracón y acaban perdiendo el apetito por conocer".

EXPANSIÓN Australia, Canadá y EEUU son la vanguardia del "homeschooling". En europa está arraigado en el Reino Unido. Francia acaba de darle respaldo legal.
1.500.000 NIÑOS En EEUU, el número de niños desescolarizados se ha multiplicado por cinco en seis años y supera el millón y medio, igual a la población escolar de Nueva York.
ACCESO UNIVERSITARIO Harvard fue la primera universidad en abrir un departamento para acceso de "homeschoolers".
DIRECCIONES Asociación americana de Homeschool: www.home-ed-magazine.com. En España "Crecer sin escuela". Apdo. de Correos 45, Alfaz del Pi. 03580 Alicante.
NIVEL Los niños desescolarizados están ligeramente por encima de la media en las pruebas de acceso a la universidad.

Por Carlos Fresneda Ilustraciones de Raúl Arias

Por qué la escuela no educa

Por qué la escuela no educa

John Taylor Gatto

Discurso de aceptación de John Taylor Gatto para el galardón de Maestro del Año de Nueva York, el 30 de enero de 1990. Acepto este premio en nombre de todos los buenos profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer de sus relaciones con los niños algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando, siempre esforzándose por definir y redefinir lo que la palabra "educación" debería significar. Un Profesor del Año no es el mejor profesor, éstos suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es un modelo, símbolo de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio de los niños. Este es su premio tanto como mío. Vivimos en una época de profunda crisis escolar. Nuestros niños se clasifican a la cola de las diecinueve naciones más industrializadas en lectura, escritura y aritmética. Muy a la cola. La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo el negocio colapsaría - y las escuelas son un importante centro de compra -. Nuestra tasa de suicidios de adolescentes es la mayor del mundo y los que se suicidan son niños ricos en su mayor parte, no los pobres. En Manhattan el cincuenta por ciento de los nuevos matrimonios duran menos de cinco años. Algo debe ir mal con seguridad. La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad. Niños y ancianos son encerrados y aislados de fuera de lo que sucede en el mundo hasta un grado sin precedentes - nadie habla con ellos ya – y sin niños y ancianos mezclándose en la vida diaria una comunidad no tiene futuro ni pasado, solo un presente continuo. De hecho, el nombre "comunidad" apenas se aplica ya a la forma en que interactuamos con los demás. Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales. Utilizar las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro pidiendo y durmiendo en las calles. He observado un fenómeno fascinante en mis veinticinco años de ejercicio de la profesión: que las escuelas y la escolarización son crecientemente irrelevantes para las grandes empresas del planeta. Nadie cree ya que los científicos son enseñados en clases de ciencias o que los políticos en clases de civismo o que los poetas lo son en clases de inglés. La verdad es que las escuelas no enseñan nada salvo como obedecer órdenes. Esto es un gran misterio para mi porque miles de personas, gentes responsables trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y gestores pero la lógica abstracta de la institución sobrepasa sus contribuciones individuales. Aunque los profesores se preocupan y trabajan duro, la institución es psicopática - no tiene conciencia -. Suena la sirena y el joven que se encontraba escribiendo un poema debe cerrar sus cuaderno y moverse a otra aula donde deberá memorizar que el hombre y el mono derivan de un ancestro común. Nuestro sistema de enseñanza obligatoria es un invento del Estado de Massachussets hacia 1850. Fue resistido - a veces hasta con las armas por un considerable ochenta por ciento de la población de Massachussets- con un último reducto en Barnstable On Cape Cod que no entregaron a los niños hasta la década de los 1880 cuando la localidad fue asediada por el ejército y los niños marcharon a la escuela escoltados. Aquí tenemos un curioso dato para meditar. La oficina del Senador Ted Kennedy ha sacado un estudio no hace mucho indicando que antes de la educación obligatoria la tasa de alfabetización en el estado era del 98% y que después jamás volvió a alcanzar el 91%, donde se mantiene en 1991. Espero que les sirva. Aquí hay otra curiosidad sobre la que pensar. El movimiento de "escuela en casa" ha ido creciendo paulatinamente hasta un tamaño de un millón y medio de jóvenes que son educados por completo por sus padres y sus comunidades. El último mes la prensa educativa reportó la increíble noticia de que los niños escolarizados en casa parecen estar entre cinco y diez años por delante de sus compañeros escolarizados formalmente en su capacidades cognitivas. No creo que nos libremos de las escuelas en un futuro cercano, no ciertamente en lo que me queda de vida, pero si hemos de cambiar lo que se está convirtiendo en un desastre de ignorancia, hemos de entender que la institución educativa "escolariza" muy bien, pero no "educa" - algo por completo inherente al diseño organizacional. No es la culpa de los malos profesores o del poco dinero gastado, es que es imposible que la educación y la escolarización puedan llegar a ser alguna vez la misma cosa. Las escuelas fueron diseñadas por Horace Mann y Barnard Sears Harper de la Universidad de Chicago y por Thorndyke de la Escuela Normal de Columbia y otros hombres para ser instrumentos de la dirección científica de las masas. Las escuelas están diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado. En gran medida, las escuelas han cumplido su objetivo. Pero nuestra sociedad se está desintegrando, y en esta sociedad, sólo las personas exitosas son auto-suficientes, seguras en sí mismas e individualistas - porque la comunidad de vida que protege al dependiente y al débil está muerta -. Lo que produce la escuela es, como dije, irrelevante. Las personas bien-escolarizadas son irrelevantes. Pueden vender películas y hojas de afeitar, recoger papel reciclado o hablar al teléfono en líneas de teleoperación, o sentarse estúpidamente delante de un terminal de ordenador pero como seres humanos son inservibles. Completamente inservibles para los demás y para si mismos.
La miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de que - tal y como Paul Goodman lo estableció hace treinta años- forzamos a los niños a crecer en el absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sitema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraños obre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía. Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus "deberes". "¿Cómo aprenderán a leer?" dirán algunos y mi respuesta es "Recuerda la lección de Massachussets". Cuando los niños reciben experiencias completas en vez de las graduadas en aularios, entonces aprenden a leer, a escribir y cálculo con total facilidad si esas cosas tienen sentido en el ambiente vital que les rodea.
Pero recordad que en los Estados Unidos casi nadie que lea, escriba o sepa cálculo tiene mucho respeto. Somos una tierra de charlatanes, pagamos mejor a los charlatanes y les admiramos, así que nuestros hijos hablan constantemente, siguiendo el modelo de la televisión y de sus profesores. Es muy difícil enseñar incluso lo más "básico" porque ya no son "básicos" en la sociedad que hemos creado.
Dos instituciones controlan a dia de hoy la vida de nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y sin frenos. En los siglos pasados los niños y adolescentes estaban ocupados en trabajo real, caridad real, aventuras reales, y en la búsqueda real de maestros que pudieran enseñarnos lo que realmente queríamos aprender. Mucho tiempo se pasaba en desempeños comunitarios, practicando el afecto mutuo, el entendimiento y estudiando cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo hacer una casa, y docenas de otras tareas necesarias para convertirse en un hombre o mujer íntegro.
Pero aquí está el cálculo del horario que dispone cualquier niño de los que enseño: De las 168 horas que tiene la semana, tienen que dormir 56. Lo que les deja 112 hora a la semana en las que formarse. Ven unas 55 horas de televisión a la semana de acuerdo a informes recientes. Lo que les deja 57 horas a la semana en las que crecerse. Tiene que ir a la escuela unas 30 horas a la semana, usando unas 6 horas en prepararse, ir y volver a casa, y gastan una media de 7 horas a la semana en deberes- en total hacen 45 horas. Durante este tiempo, están en constante vigilancia, no tienen tiempo ni espacio privado, y son reñidos si tratan de acoplarse individualmente al uso de espacio y tiempo. Eso deja 12 horas a la semana para crearse una conciencia de si individualizada. Por supuesto que mis alumnos comen también, y eso añade algo de tiempo - no mucho, porque hemos perdido la tradición de la comida familiar, por lo que si quitamos 3 horas a la semana para cenas, llegamos a la cantidad neta de tiempo privado para cada niño de 9 horas a la semana.
No es suficiente, ¿verdad?. Cuanto más rica es la familia del niño, menos televisión que ve pero más tiempo que tiene dirigido por una oferta más amplia de entretenimientos comerciales y su inevitable inclusión en una serie de áreas de formación complementaria raramente a su libre elección.
Y todas estas cosas son curiosamente una forma más solapada de crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar su tiempo libre, incapaces de iniciar senderos que le den un significado sustancioso y feliz a su existencia. Es una enfermedad nacional, esta dependencia y falta de objetivo, y creo que la escolarización, la televisión y las lecciones - toda la idea Chautauqua- tiene mucho que ver con ello.
Pensad en lo que nos está matando como nación – drogas narcotizantes, competición desenfrenada, sexo recreacional, la pornografía de la violencia, juego, alcohol, y la peor pornografía de todas - vidas dedicadas a comprar cosas, la acumulación como filosofía - todas ellas son adicciones de personalidades dependientes, y eso es la marca que deja inevitablemente la escolarización.
Quiero contaros el efecto que produce en los chicos el quitarles todo su tiempo - tiempo que necesitan para desarrollarse – y forzándoles a gastarlo en abstracciones. Tenéis que escuchar esto, porque ninguna reforma que no ataque estas patologías específicas no serán más que un mero lavado de cara.
1. Los niños a los que enseño son indiferents al mundo adulto. Esto desafía la experiencia de miles de años. Un observación intensiva de lo que "los mayores" hacían siempre fue una de las más excitantes ocupaciones de los jóvenes, pero nadie quiere crecer ahora, ¿y quien les puede culpar de ello? Nosotros somos los juguetes.
2. Los niños a los que enseño ya apenas sienten curiosidad y la poca que muestran es transitoria, no pueden concentrarse durante mucho tiempo, incluso en lo que quieren hacer. ¿Podéis ver la conexión entre las sirenas sonando una y otra vez para cambiar de clase y este fenómeno de atención evanescente?.
3. Los niños a los que enseño tienen un pobre sentido del futuro, de como el mañana está indefectiblemente unido al presente.Como dije antes, viven en un presente continuo, el preciso momento en el que se encuentran es el límite de su conciencia.
4. Los niños a los que enseño son ahistóricos, no tienen conciencia de cómo el pasado ha dado forma a su propio presente, limitando sus elecciones, moldeando sus valores y sus vidas.
5. Los niños a lo que enseño son crueles entre si, muestran falta de compasión ante los infortunios, ríen las debilidades, y muestran desprecio por aquellos que muestran necesidad de ayuda demasiado abiértamente.
6. Los niños a los que enseño se encuentran intranquilos ante la intimidad y la franqueza. No soportan una verdadera intimidad debido a una costumbre de por vida de guardar los secretos dentro de si mismos por lo que van formando su personalidad a base de trozos y partes de comportamiento prestados de la televisión o adquiridos para manipular a sus profesores. Puesto que no son ellos quienes dicen ser, el disfraz se les cae en la intimidad por lo que las relaciones íntimas deben ser evitadas.
7. Los niños a los que enseño son materialistas, siguiendo la estela de sus maestros que materialistamente "gradúan" todo -y sus tutores televisivos que ofrecen todo lo imaginable "gratis".
8. Los niños a los que enseño son dependientes, pasivos, y tímidos ante la presencia de nuevos desafíos. Esto es a menudo ocultado mediante actos de bravuconería, mediante enfados y agresividades que en el fondo solo expresan un vacío sin fortaleza interior.
Podría hablar de otras cuantas condiciones que una reforma de la escolarización tendría que afrontar si nuestro declive nacional pretendiera detenerse, pero por el momento ya habéis comprendido mi postura, tanto si estáis de acuerdo con ella como si no. Puede que sean las escuelas las que causen estas patologías, o la televisión, o ambas. Es una simple cuestión de aritmética, entre escuela y televisión todo el tiempo que los chicos tienen libre es absorbido por ambas. Eso es lo que destruyó la familia americana, que ya no es más un factor en la educación de sus propios hijos. Televisión y escuela, ahí debe buscarse a los responsables.
¿Qué hacer? Necesitamos un feroz debate nacional que no decaiga, día tras día, año tras año. Necesitamos gritar y discutir sobre este modelo de escuela hasta que se arregle o se retire de la circulación para su reparación, una cosa u otra. Si podemos arreglarlo, de acuerdo; si no podemos, entonces el éxito del movimiento de "escuela en casa" muestra una vía alternativa con futuro prometedor. Poner el dinero que ahora gastamos en escolarización, hacia la educación en la familia podría matar dos pájaros de un tiro, reparar las familias al tiempo que reparamos a los hijos.
Una reforma genuina es posible pero no debería costarnos nada. Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan y por qué.
Durante 140 años esta nación ha tratado de imponer objetivos de arriba a abajo desde los altivos puestos de mando centrales conformados por "expertos", una élite central de ingenieros sociales. No ha funcionado. No va a funcionar. Y es una gran traición a la promesa democrática que hizo en su dia de esta nación un noble experimento. El intento soviético de crear una república platónica en el Este de Europa ha sucumbido ante nuestra vista, nuestro propio intento de imponer el mismo tipo de ortodoxia centralizada utilizando las escuelas como un instrumento también se está resquebrajando, solo que mas lenta y dolorosamente. No funciona porque sus premisas fundamentales son mecanicistas, anti-humanas, y hostiles a la vida familiar. Las vidas pueden ser controladas por la maquinaria educativa pero siempre se revolverán con las armas de la patología social: drogas, violencia, auto-destrucción, indiferencia y todos los síntomas que veo en los niños que educo.
Ya es hora de que miremos hacia atrás para recobrar una filosofía educacional que funcione. Una que me gusta especialmente fue la favorita de las clases dirigentes europeas durante miles de años. Utilizo tanto de ella como me lo permite mi condición deprofesor, es decir, tanto como puedo dentro de la institución de la escolarización obligatoria. Creo que funciona tanto para los niños pobres como para los ricos. En el núcleo de este sistema de educación para las élites está la creencia de que el auto-aprendizaje es la única base del verdadero aprendizaje. En cualquier sitio en este sistema, a cualquier edad, encontrarás acuerdos para colocar al niño solo en un punto no definido y con un problema que resolver. Algunas veces el problema lleva implícito grandes riesgos, como el problema de cabalgar un caballo o hacerlo saltar, pero eso, claro, es un problema satisfactoriamente resuelto por miles de niños de la élite antes de cumplir diez años. ¿Podemos imaginar a alguien que haya superado tal desafío que alguna vez le faltara confianza en su habilidad para hacer algo?. A veces el problema es un problema de superar la soledad, como hizo Thoreau en Wald en Pond o Einstein en Suiza.
Uno de mis antiguos alumnos, Roland Legiardi-Lura, aunque huérfano de sus dos padres y sin herencia, cogió una bicicleta y atravesó solo los Estados Unidos cuando apenas había superado la niñez. No nos puede extrañar entonces que ya siendo un adulto, decidiera hacer una película sobre Nicaragua, aunque no tuviera dinero ni experiencia previa en la realización de películas, y que ganara un premio internacional, aunque su trabajo regular fuera el de carpintero.
Ahora estamos hablando todo el rato de que nuestros jóvenes necesitan desarrollar auto-concimiento. Ya basta de tanta charlatanería. Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio pero que tenga lugar fuera de la institución educativa. Necesitamos crear un curriculum donde cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su individualidad y su auto-confianza. Hace poco cogi setenta dólares y envié a una niña de doce años de mi clase con su madre - que no hablaba inglés - en un autobús hacia la costa de New Jersey para encontrarnos con el jefe de policía del distrito de Sea Bright para comer y disculparnos por contaminar la playa con un casco de Gatorade. A cambio de esta disculpa pública habíamos quedado en que el jefe de policía le enseñaría el trabajo de un policía de barrio durante un dia cualquiera. Unos días después, dos más de mis alumnos de doce años viajaron solos a la Calle West First desde Harlem donde empezaron el aprendizaje con un editor de periódicos, la siguiente semana tres de mis alumnos se encontraban en mitad de los muelles decarga de Jersey a las seis de la mañana, estudiando la mente del presidente de una compañía de transporte por carretera que despachaba trailers hacia Dallas, Chicago y Los Ángeles.
¿Pertenecen estos chicos "especiales" a algún programa" especial"?. Bueno, en cierto modo si, pero nadie sabe sobre este programa salvo los chicos y yo. Solo son buenos chavales de Harlem, brillantes y alertas, pero tan mal escolarizados cuando me los encontré que la mayoría de ellos no sabían sumar o restar cantidades. Ni uno de ellos sabía la población de Nueva York o cuan lejos está Nueva York de California. ¿Eso me preocupaba? Por supuesto, pero tenía confianza en que según iban ganando confianza en si mismos también se convertirían en sus propios maestros, y solo la auto-enseñanza tiene un valor a largo plazo.
Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa es la clave para el auto-aprendizaje, y debemos re-introducirles en el mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser gastado en algo más que abstracciones. Es una emergencia, requiere una drástica acción de corrección -nuestros niños están cayendo como moscas dentro de la institución escolar, ya sea buena o mala, no importa. Es irrelevante.
¿Qué más necesita un sistema escolar re-estructurado? Necesita que deje de ser un parásito del trabajo de la comunidad en la que se inserta. De todas las páginas escritas en la contabilidad de la historia, solo existe una entrada donde se recluya a nuestros jóvenes y no les pidamos nada de ellos al servicio del bien común. Llego incluso a creer que necesitamos hacer de los servicios a la comunidad una parte importante de la enseñanza escolar. Además de la experiencia enriquecedora que supone trabajar de forma no egoísta, es la forma más rápida de dotar a los jóvenes de responsabilidades reales en la vida corriente.
Durante cinco años manejé un programa escolar "autónomo" donde cada niño, pobre y rico, listo y no tan listo, tenía que dar 320 horas de trabajosos servicios a la comunidad. Decenas de estos niños volvieron años después, ya crecidos, y me contaron que la experiencia de ayudar a alguien les había cambiado sus vidas. Les había enseñado a ver desde otra perspectiva, a repensar metas y valores. Ocurrió cuando tenían trece años, durante el programa de practicas de Laboratorio, y solo fue posible porque el distrito escolar rico de al lado estaba en reestructuración. Cuando volvió la "estabilidad", el laboratorio común cerró. Fue una experiencia muy satisfactoria con un grupo de jóvenes bastante heterogéneos, a un coste demasiado bajo, como para permitir que continuara...
Estudio independiente, servicios a la comunidad, aventuras y experiencia, largos periodos de privacidad y soledad, un millar de diferentes formas de aprendizaje, una por dia o más tiempo – estas son medidas potentes, baratas, y efectivas de empezar una reforma real de la escolarización. Pero ninguna reforma a gran escala va afuncionar de forma que permita recuperar a nuestros jóvenes ya dañados ni a nuestra sociedad enferma hasta que impongamos abiertamente la idea de que la escuela debe incluir a la familia como motor principal de la educación. Si utilizamos la escolarización para separar a los hijos de los padres - y no nos engañemos, esa fue la principal función de las escuelas desde que John Cotton lo anunciará como el propósito de las escuelas de Bay Colony en 1650 y Horace Mann lo enunciara como el propósito de las escuelas de Massachussets en 1850 - vamos a continuar con el espectáculo de horror que tenemos ahora.
El "Curriculum de la Familia" está en el corazón de cualquier buena vida. Nos hemos alejado de ese curriculum; es hora de volver a ello. La forma de devolver la salud a la educación es que nuestras escuelas se liberen del dominio absoluto de las instituciones sobre la vida familiar, es promocionar durante el tiempo de escolarización confluencias de padres e hijos que fortalezcan los lazos familiares. Ese fue mi fin último cuando envié a la chica y su madre al distrito de la costa de Jersey para encontrarse con el jefe de policía.
Tengo muchas ideas para formular un curriculum familiar y estoy seguro que muchos de ustedes también las tienen. Nuestro mayor problema en conseguir que una vez popularizada esta forma de pensar pueda el sistema educativo ser reformado ya que tenemos unos intereses creados que se apropian de antemano de estas ideas para continuar con la escuela como está, a pesar de la utilización de una retórica aparentemente contraria.
Tenemos que exigir que nuevas voces y nevas ideas sean escuchadas, mis ideas y las vuestras. Ya hemos tenido un amplio repertorio de voces muy autorizadas y con eco en medios escritos y televisión; una década de debate para todos es lo que se necesita ahora, no más opiniones de "expertos". Los expertos en educación nunca han tenido razón, sus "soluciones" son costosas, auto-complacientes, y siempre requieren mayor centralización. Ya hemos visto los resultados.
Es hora de volver a la democracia, al individualismo y a la familia.Ya dije lo que quería decir. Gracias. (*) John Taylor Gatto fue galardonado durante tres años consecutivos como Maestro del Año de Nueva York, el último de los cuales decidió abandonar sus treinta años de carrera con un artículo en el Wall Street Journal ("I quit, I think"). Desde entonces trabaja incansablemente en la crítica al sistema educativo vigente. Sus libros más recientes son "Dumbing us Down"y "Underground History of American Education"