jueves, 29 de mayo de 2008

De la escolarización a la desescolarización



De la escolarización a la desescolarización
[1].
(Versión 28 mayo de 2008)
Uno se embarca hacia tierras lejanas, indaga la naturaleza,
ansía el conocimiento de los hombres, inventa seres de
ficción, busca a Dios. Después se comprende que
el fantasma que se perseguía era Uno- Mismo.
Hombres y Engranajes – Primer párrafo de la Justificación
Ernesto Sabato
En este escrito voy a intentar analizar y describir más o menos en “estilo académico”[2] algunos de los avances en relación con nuestro trabajo de estudio, investigación, reflexión, práctica sobre porque personas que hemos vivido la escolarización[3] hoy en día preferimos la desescolarización[4].
Algunas de estas ideas han sido tratadas de manera directa e indirecta en el curso “Contexto cultural, social y político de la educación y la pedagogía” con el profesor Javier Sáenz Obregón en la Maestría en Educación de la Universidad Nacional de Colombia. Reitero el agradecimiento al profesor Sáenz por la bibliografía programada y muchas de sus intervenciones durante el curso, ya que la mayoría de estos textos y sus ideas han sido de gran importancia para nuestro proceso de investigación, reflexión, discusión, comprensión y práctica sobre la crianza, el aprendizaje y la educación desescolarizada. También aprovecho este escrito para reiterar el agradecimiento al profesor Gabriel Restrepo y al profesor Víctor Florián por el seminario de investigación donde he podido del mismo modo encontrar importantes iluminaciones para nuestro trabajo.
Poder y el aconductamiento en la escuela
Con frecuencia me pregunto y me preguntan por qué una persona que ha alcanzado varios logros en la educación escolarizada promueve de manera tan intensa los procesos de crianza, aprendizaje y educación desescolarizada. Está es una pregunta que me exige describir algunas de mis reflexiones acerca de mi historia de vida; especialmente referirme a algunas ideas que se han hecho más concientes en los anteriores seis años en que he estado trabajando sobre esta pregunta. Probablemente puedo ser un poco “injusto” con mis muchos años de escolaridad, pero hoy en día considero que no he aprendido y mucho menos se me ha enseñado en la escuela lo que hoy en día considero elementos más relevantes de mi conocimiento. Tengo la profunda sensación que la mayoría y más importantes aprendizajes en mi vida se han producido principalmente mediante procesos y eventos que no coinciden con las actividades, programas y ámbitos formales de las escuelas y academias a las que he estado vinculado durante años. Me refiero a los aprendizajes cognitivos, aptitudinales, actitudinales que han determinado mi desempeño social, laboral, profesional, técnico, político, familiar, afectivo, espiritual.
Estuve vinculado a aproximadamente 12 colegios de educación preescolar, básica y secundaria; en algunos no continué por cambios de ciudad de residencia con mi familia; en otros no puede continuar por problemas disciplinares; en la mayoría de las situaciones de mi vida no he podido aceptar de manera obediente y complaciente los criterios y prácticas de disciplina, orden y autoritarismo que se promueven e imponen de manera hegemónica en la escuela. Estudiando un poco el emblemático e histórico libro Didáctica Magna[5] entiendo que las características de orden autoritario fundamentan el mismo origen de la escuela, mediante el análisis de este texto se puede comprender de manera más precisa la intensión de homogenización maquinal que se tiene desde el mismo inicio de la escuela formal, hasta el punto en que el religioso Juan Comenio, autor de este libro utiliza la analogía del orden del reloj para referirse al tipo de orden que se debe construir en la escuela, además hace una descripción resumida de su propuesta educativa comparándola con la producción de una imprenta. A propósito dice Luis Fernando Ramírez Barrero en varios de sus textos:
“ya en el Egipto de Cleopatra quienes quisieran acceder a algún tipo de saber, como aprender a trepanar cerebros o conocer los secretos de las plantas curativas, la receta para producir “la mejor cerveza del Meditarráneo”, del cómo medir la tierra, construir pirámides y demás conocimientos y saberes que constituían el acumulado de la cultura egipcia, eran unos pocos; para adquirir saber y conocimiento, factores de poder que permiten sojuzgar a otros, había que ingresar al Templo donde necesariamente se vivían dos años de iniciación en los que nada se aprendía, sólo se realizaban oficios domésticos, mientras “el establecimiento” evaluaba quién le era leal y quién no. Quien no superaba tal prueba era reducido al mundo de tales oficios, minimizando así sus posibilidades de realización. Se prefigura desde entonces la academia como recurso del “establecimiento” para el “formateo” y control del travieso sujeto humano. Esto ha llevado a una restricción dramática y torpe en la circulación de saberes, en las posibilidades de realización del ser humano y, en la movilidad social; lo que constituye causa, de peso importante, de la discriminación y exclusión que impiden la realización de los ideales democráticos”[6].
Considero que este texto de Luis Fernando Ramírez es bastante iluminador en relación con las tareas de filtro y dominación que se hacen desde la escuela, aunque no estoy de acuerdo con su esperanza final acerca de los ideales democráticos[7]. Desde luego que hay formas posibles para subsistir en la escuela mediante la resistencia a muchas de esas fuerzas hegemónicas, pero se tiene que estar dispuesto a vivir en la marginalidad y hasta aprender a resistir el maltrato. Muy probablemente se puede desarrollar un proceso más vital si se opta por la disidencia a la escuela, posiblemente desde la disidencia a la escuela es viable la mistagogía, “en sentido etimológico es guiar a través de lo secreto………es una nueva forma de ver, viéndose a fondo. Implica descentrarse, deconstruir y reconstruir para recentrarse y recrearse. Un amor al saber por un saber del amor. Una sabiduría que no es sólo saber, ni saber de la vida (en el paradigma ecológico), sino saber qué da vida, en sentido ecosófico (en su etimología es saber de la casa, en este caso de la ecúmene, que es casa global, la tierra)”[8], es muy interesante esta noción, no comparto los temores que manifiesta Gabriel Restrepo por las dificultades y costos académicos que surgen por la relación de la mistagogía con lo esotérico y mágico. Edgar Morin dice:
“Por ello sería un gran error (y, por lo demás, sería otra creencia mítica) creer que el mito ha sido expulsado por la racionalidad moderna y que su último refugio es el reino de la muerte. La muerte es sin duda un agujero negro para la razón y un sol radiante para le mito. Pero lo real, territorio del pensamiento empírico – racional, es igualmente el terreno del mito. En cierto sentido, lo real todavía es más insondable que la muerte: se ha podido, si acaso, encontrar razones para la muerte, como el segundo principio de la termodinámica; todavía no se ha encontrado ninguna “razón de ser” de lo que es. Por ello, el mito surge en la humanidad no sólo del abismo de la muerte, sino también del misterio de la existencia. De hecho, y siempre, en toda sociedad habrá a la vez racionalidad, mitología, religión.”[9]
Desde mi comprensiones actuales el proceso de selección y dominación en la escuela se sigue haciendo, en algunos casos, de maneras muy sofisticadas y efectivas, hoy en día en las diversas formas de escuela se sigue imponiendo tipos de comportamiento y formas de pensar hegemónicas que son indispensables para poder estar y sobrevivir en esos espacios. Cada vez estoy más convencido que los procesos de evaluación y acreditación son mecanismos técnicamente sofisticados para seguir avanzando en los propósitos de control, alienación, homogenización y dominación. Es interesante detenerse a mirar como los instrumentos y prácticas relacionadas con los “exámenes, inspecciones, archivos”[10], se mantienen aun en la escuela, tan solo con algunos cambios cosméticos. Bastante diciente sobre este asunto, la noción de “fina red de control sobre la sociedad” que utiliza el historiador Carlo Ginzburg descritos por James Donald[11], donde se describen los múltiples mecanismos y acciones para avanzar en esos propósitos de dominación.
Aprendizaje y vida cotidiana
Hoy en día considero que algunos de mis aprendizajes más importantes, por ejemplo relacionados con los procesos para construir comprensiones acerca de las relaciones entre los seres vivos y sus medios, las empecé a lograr en mis paseos a cosechar frutos silvestres, a pescar, a cazar; actividades que se sucedían en muchas ocasiones cuando era suspendido o me escapaba de las escuela. Algunos de mis orígenes en aprendizajes relevantes sobre geografía e historia los relaciono con visitas a diversos lugares en las actividades familiares y sociales; mis comprensiones sobre matemáticas y economía están relacionados con mis vínculos y tareas en el contexto doméstico familiar y el contexto laboral especialmente de mi papá; mis entendimientos sobre los asuntos sociales y políticos considero que sucedieron, durante mi niñez y adolescencia, principalmente en los contextos familiares y sociales, sí, algunos de mis comprensiones sociales y políticas también empiezan probablemente a surgir a partir de las tensiones y conflictos en los que participaba directamente en el ámbito escolar. Es decir las posibilidades educativas, pedagógicas y de aprendizaje de la experiencia, como lo dice John Dewey[12], es de gran potencia, pero no estoy de acuerdo con este autor al considerar que ese potencial es posible desarrollarlo en la escuela, ya que en ese lugar no se puede dar el clima de aprendizaje[13] necesario. Porque las dinámicas maquinales de producción fordiana o posfordianas basadas en la certeza y el supuesto resultado eficiente que caracterizan principalmente a la escuela, impiden que la experiencia sea un elemento relevante del proceso de aprendizaje. El estudio, análisis, trabajo de la experiencia requiere de contextos de aprendizaje que permitan la diversidad, discontinuidad, la flexibilidad, la complejidad, la inestabilidad, la incertidumbre con grandes dosis de afecto.
Volvería a la escuela… ¡por el recreo!
En los anteriores recientes años cuando conversamos con frecuencia con muchas persona de diferentes procesos y contextos, sobre la escuela y sus experiencias, la mayoría, probablemente la totalidad de esos relatos, coinciden en que los momentos de mayor disfrute y aprendizaje durante su estadía en las escuelas y colegios sucedían en las actividades menos formales o informales o hasta casuales de los procesos escolares; en el recreo, en el campamento, la fiesta, en la suspensión de clases, en los encuentros con compañeros y compañeras donde lo menos que se hacían eran las tareas escolares; en la ausencia de un profesor o una profesora, en el transporte hacia el colegio. Probablemente podría afirmar que los procesos de encarnamiento[14] del conocimiento sobre todo suceden en esos momentos donde el nivel de disfrute y disposición para el aprendizaje es mayor.
Probablemente también de manera un poco “injusta” no logro recordar profesoras o profesores con los que, en los muchos años de educación formal de preescolar, básica o secundaria, haya podido lograr aprendizajes positivos y relevantes. Por el contrario recuerdo muchas situaciones tristes donde las medidas represivas y autoritarias me hacían vivir situaciones bastante desagradables, no solo en momentos del ámbito disciplinar, si no en reiteradas ocasiones del proceso académico, muchas de ellas caracterizadas por el proceso de atontamiento[15], donde el profesor o profesora mediante su práctica explicativa intentan reforzar el relevante presupuesto escolar sobre la “desigualdad en las inteligencias”[16]. En las formas en que comprendemos y asumimos las prácticas de la crianza, aprendizaje y educación desescolarizada las personas que participamos directamente en esos procesos, sobre todo intentamos asumir nuestra dimensión de aprendices que acompañamos los intereses de búsqueda, conocimiento y aprendizaje de los niños y las niñas.
Otro elemento sustancialmente problemático en la escuela[17] es el de la circulación restringida y hasta obstruida del afecto[18], entendiendo que esta manifestación social es un necesario potencializador de lo talentos de los seres humanos, al contrario del optimismo del profesor Gabriel Restrepo en este sentido, yo considero que las características estructurales de la escuela como la homogenización, dominación, masificación, el trato impersonal en la mayoría de los casos, la promoción de la competencia, los estímulos al conocimiento alejados del proceso individual de construcción de sujeto, las características de los seres humanos que asumen las tareas de maestros y maestras[19], hacen imposible que la calidad y el nivel de afecto crezca o por lo menos sea una manifestación regular y presente en la mayoría de la relaciones que se dan en la escuela. Henry Adams dice que un maestro de escuela es “…..un hombre empleado para mentir a los muchachitos”[20].
Desde hace algunos años he estado trabajando, entre otras, sobre la siguiente hipótesis; cuando los seres humanos desde su gestación, nacimiento y primeros años de vida, cuentan con la atención, cariño y cuidado en las mayores intensidades y calidades posibles por parte de sus papás, mamás y familias, probablemente sus necesidades y búsquedas posteriores de reconocimiento no sean excesivamente problemáticas y sus vidas pueden ser bastante tranquilas y pacíficas. Por el contrario, cuando los seres humanos no cuentan con esos cuidados y atenciones, parece ser que es esta una de las causas por las cuales tantos seres humanos se obsesionan de manera enferma por obtener reconocimiento, éxito, fama y poder, para lo cual están dispuestos y practican diferentes formas de violencia y esclavitud creciente. En los anteriores años he intentado conocer y estudiar con relativo detalle la historia de vida de personas con altos deseos de reconocimiento, fama, poder en los ámbitos académicos, políticos, empresariales, sociales, religiosos, deportivos, culturales, económico, es interesante encontrar que todas esas personas tienen grandes carencias afectivas, de cuidado y de atención en sus primeros años de vida por parte de sus familias, en algunos muchos casos hasta han sido abandonad@s, pero además, esas personas por lo general no están interesadas en revisar desde esas perspectivas sus historias de vida, lo cual los hace reproducir esas prácticas de desatención y abandono con sus hijos e hijas. Laura Gutman destacada investigadora argentina sobre temas de crianza y educación dice que “todas las formas de violencia se generan a partir de la falta de maternaje”[21] aunque en algunos textos ella parece que da entender que en su noción de “maternaje” incluye también la participación de los hombres, sin embargo yo prefiero afirmar que la causa de la mayoría de los problemas más graves de los seres humanos están originados en la falta de maternaje y paternaje, entendiendo como paternaje la atención, cuidado y cariño intenso, permanente que los hombres papás le damos a nuestros hijos e hijas.
Para mi ha sido bastante iluminador encontrar en diversos textos sobre estos temas, por ejemplo en Arqueología de la Escuela[22] las descripciones y análisis que se hacen sobre la escuela como medio, entre otros propósitos de esta, para reducir la influencia de las familias en la educación de sus hijos e hijas, además como medio para influir y transformar los valores en las familias. En ese proceso es entendible porqué la mayoría de los seres humanos han asumido que la mejor forma y tal vez la única manera de criar y educar a sus hijos e hijas es obligándolos a ir a la escuela. Desde luego que este asunto es mucho más complejo de lo que puedo aquí intentar describir, cada vez estoy más convencido que la escuela es un poderoso instrumento para la promoción y reproducción de la cultura capitalista enferma por el consumo. A las mayorías de las poblaciones marginadas materialmente, desde la escuela, se les refuerza la falsa ilusión del progreso capitalista y por lo tanto de los crecientes niveles de esclavitud como mal menor, a las mayorías de las poblaciones con medias condiciones materiales, la escuela les brinda la posibilidad aparente para que sus hijos e hijas aceleren su proceso de movilidad social, contundentemente desmentida esa ilusión de movilidad social por diversos trabajo sobre desarrollo económico[23], para las poblaciones con mejores condiciones materiales la escuela es la posibilidad para seguir conservando y aumentando esas condiciones. Para todos esos papás, mamás y familias, también la escuela es lugar donde sus hijos e hijas pasan la mayor cantidad de tiempo de sus vidas, delegando en otros sus responsabilidades de crianza, educación y aprendizaje, además, permitiéndoles a las poblaciones marginadas materialmente contar con el tiempo necesario para conseguir los recursos para su subsistencia y a los otros destinar mucho tiempo para sus búsquedas de mayores posesiones materiales. Así, para los unos como a los otros, es decir para la mayoría de los seres humanos, se refuerza y facilita la idea que “la felicidad esta en salir de compras” como lo dice el gran maestro Ernesto Sabato. Aunque para el muy destacado investigador internacional y actual Ministro de Educación en Argentina, Juan Carlos Tedesco[24], el modelo “normal” de familia es el de la consumista capitalista que requiere de la escuela para liberar el tiempo que necesita para sus actividades de producción y consumo. Considero que la resistencia y la posible disidencia política[25] a ese modelo es necesaria y hasta indispensable para poder procurar a los seres humanos los procesos de crianza, aprendizaje y educación que puedan dar esperanzas y probabilidades a la subsistencia de la especie humana y del planeta. Además es muy probable que la gran mayoría de papás, mamás y familias obliguen a sus hijas e hijos a ir a la escuela, porque ellos, las y los adultos, no han reflexionado suficientemente sobre sus procesos de crianza, aprendizaje y educación, probablemente si lo hicieran encontrarían sufrientes razones para ofrecerles a sus hijos e hijas alternativas a la escolarización.
Con menos de los recursos financieros y logísticos que se destinan a la escolarización de los sectores marginados materialmente, se podrían desarrollar procesos de crianza, aprendizaje y educación de mejor calidad para esas poblaciones, con posibilidades de muchos mayores niveles de afecto, emancipación, bienestar, autonomía, libertad. Desde luego que estos propósitos no son compatibles con los crecientes niveles de control, dominación, alienación, homogenización que se pretenden desde las diferentes formas de poder hegemónico en la sociedad; la escuela es un instrumento bastante funcional a esos intereses. Lo anterior sin considerar los grandes intereses de lucro monetario para los actores involucrados en los proyectos de construcción, mantenimiento y dotación de la infraestructura de la educación escolarizada. No creo en la “teoría de la gran conspiración”, no creo que haya únicos lugares de centralidad y poder desde donde se coordinan las perversidades del mudo, pero si considero que es posible entender que nuestras condiciones humanas están dispuestas a asumir y practicar conductas que nos alejan de nuestras posibilidades de emancipación. Considero que la siguiente idea del gran maestro Ivan Illich es bastante iluminadora al respecto:
“La escuela parece estar eminentemente dotada para ser la Iglesia Universal de nuestra cultura en decadencia...
La escuela sirve eficazmente como generadora y sostén del mito social del progreso debido a que posee la estructura de un juego ritual de promociones graduales...
La escuela es un rito iniciatorio que introduce al neófito a la carrera sagrada del consumo progresivo...
El universitario titulado ha sido escolarizado para cumplir un servicio de reclutamiento entre los ricos de la tierra...
La universidad moderna ha alienado su oportunidad de proporcionar sencillamente un marco para encuentros autónomos y anárquicos, orientados pero no planificados, entusiastas. En cambio, ha elegido convertirse en gerente de un proceso que fabrica los productos llamados investigación y docencia”[26].
Hoy en día considero que los procesos de educación escolarizada basada en los rígidos límites disciplinares puestos en escena mediante asignaturas que corresponden a esas disciplinas, donde poco o nada dialogan entre ellas, reducen o eliminan la posibilidad de construir conocimientos integrales y pertinentes para la comprensión de la vida y el desarrollo de habilidades concretas para la supervivencia y desenvolvimiento en nuestra sociedad depredadora. Los procesos de educación y aprendizaje que se estimulan o acompañan de manera desescolarizada permiten, si se quiere de esa manera, realizar búsquedas de conocimientos caracterizados por poco o inexistentes límites disciplinares, las situaciones, experiencias, problemas, asuntos sobre los que se trabaja, exigen múltiples tipos de conocimientos de manera simultanea o como se insiste en algunos ámbitos, se promueve o se necesita de miradas o abordajes transdisciplinares[27].
En la escuela el proceso de socialización es extremadamente limitado, los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que allí participan en el mejor de lo casos construyen relaciones regulares y cercanas con otros niños, niñas y adolescentes de sus mismas edades y de características culturales, sociales, económicas, políticas muy similares, esta puede ser una importante causa de la fragmentación social y exclusión creciente en nuestra sociedad y la creciente incapacidad de la mayoría de los seres para producir diálogo intergeneracional. En los procesos desescolarizados los seres humanos que allí participan; niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos, tienen la posibilidad cotidiana de múltiples y diversos encuentros con personas de diferentes características etareas, sociales, culturales, económicas, políticas, sociales, presentes en los muchos ámbitos probables[28] de los procesos desescolarizados de crianza, aprendizaje y educación; parques, museos, bibliotecas, barrio, casa, vecindad, campo, paseos, centros deportivos, centros culturales, calles, ciudades, viajes, laboratorios, empresas, probablemente estas son algunas de las causas por las cuales, los seres humanos desescolarizados, pueden desarrollar mayores capacidades para la integración y la inclusión, además de constituir habilidades importantes para el intercambio generacional, medio muy potente para el aprendizaje y el autoaprendizaje. Cada vez creo menos en las posibilidades de la “enseñanza”, considero que los seres humanos aprendemos, no se nos enseña. Así, en la medida que cada vez se nos estimule más el autoaprendizaje podemos desarrollar mayores capacidades para vivir, sobrevivir y subsistir de maneras más autónomas y por lo tanto menos dependientes de los poderes de dominación. Mary Griffith[29] describe mediante unos ejemplos de manera muy significativa la relación de los niños y niñas escolarizados y desescolarizados con el conocimiento;
“imagínese dos estudiantes de 15 años estudiando geometría, las dos usan lápiz, papel, regla y compás, ¿cuál es la diferencia entre estas dos estudiantes? La escolarizada soluciona problemas que le asignó su profesor de geometría y aunque le interesa el tema no puede dedicarle más de 20 minutos pues debe leer un capítulo de libro de historia y terminar un trabajo de ingles para mañana. La desescolarizada, nunca ha ido a la escuela, en la primavera anterior ayudo a construir macetas de madera para la huerta de su casa y se intereso en la formas y las medidas de dicha construcción. Se hizo muchas preguntas sobre ángulos y formas. Después de varios viajes a la biblioteca con su mamá y sus hermanos ha decidido estudiar el tópico. Durante las ultimas semanas ha estudiado geometría todas las horas que ha querido y ya empieza a vislumbrar de la existencia de la geometría no euclidiana. La desescolarización es cuestión de actitud y aproximación: hace que el aprendiz esté a cargo del aprendizaje”.
Actualmente tengo la profunda convicción que la crianza, aprendizaje y educación desescolarizada facilitan la autocreación de la que habla Pico de la Mirándola en su magnifico poema:
No te di ni faz, ni lugar que te sea propio,
ningún don que te sea particular,
Oh Adán, para que tu faz,
tu puesto y tus dones tú los quieras,
los conquistes, y tú los poseas por ti mismo.
La naturaleza encierra otras especies,
con leyes por mí establecidas;
pero tú que no subyaces a límite alguno,
con tu propio arbitrio, al cual te confié,
tú por ti mismo te defines.
Te he puesto en el centro del mundo
a fin de que tú puedas contemplar
lo que el mismo contiene.
No te hice ni celestial ni terrenal,
ni mortal ni inmortal, para que por ti mismo,
libremente, a guisa de buen pintor o provecto escultor,
tú plasmes tu propia imagen.[30]
Otro elemento que me hace considerar la educación y aprendizaje desescolarizado como deseable, son las posibilidades que allí se dan, simultaneas a todos los otros tipos de conocimientos, para poder estimular procesos de construcción conciente de sujeto[31] y promover procesos permanentes y explícitos para el cuidado de sí[32], como búsquedas de emancipación que además permiten ejercer y fortalecer prácticas de libertad[33] improbables en la escuela. Considero que la escuela no puede estimular en el mismo nivel la autonomía en los seres humanos, pues necesita de personas lo más heterónomas y dóciles posibles, para poder llevar a cabo sus procesos maquinales sin mayores alteraciones. La promoción intensa de la competencia en la escuela es una señal más de lo funcional que es esta institución a la cultura capitalista criminal, donde con esta promoción se intenta reforzar los paradigmas hegemónicos de desigualdad, dominación, vencedores, vencidos, obediencia, sumisión. Recientemente en una charla sobre algunos de estos temas con estudiantes de último año de un colegio de Bogotá reconocido por ser de elite académica, social, económica, cultural, muchos de ellos insistían en la siguiente pregunta ¿Cómo puede una persona que no va al colegio aprender a obedecer? Luego decían las y los estudiantes, que el aprender a obedecer es una característica fundamental para poder progresar en la sociedad, considero que lo anterior reafirma la idea de que la escuela esta haciendo “muy bien su tarea”. Pedro Garcia Olivo citando a Nietzsche dice “…la operación policial sobre el deseo desplegada por la Escuela con el objeto de formar lo antes posible empleados útiles y asegurarse de su docilidad incondicional”.[34] Ese interés de la docilidad incondicional también está presente en la hegemónica costumbre de la escuela de intentar suplir la pregunta por la enseñanza de la respuesta y hasta pretender anular la palabra, mediante las prácticas acostumbradas y generalizadas de la interdicción.
Probablemente también surge la pregunta por qué promoviendo la desescolarización estoy actualmente vinculado formalmente a una escuela, la Universidad Nacional, bueno podría posiblemente decir muchas cosas, solo voy a decir algunas cuantas; inicialmente soy conciente de mis grados probables de contradicción y hasta incoherencia, tal vez si mi papá y mamá me hubieran dado la oportunidad de conocer la desescolarización desde mis primeros años de vida no estaría hoy en día en esta escuela y ni hubiera sido miembro formal de ninguna, probablemente mis niveles de autonomía y autoaprendizaje tendrían un nivel de desarrollo que no necesitaría de relaciones formales con la escuela. He tenido diversos vínculos desde hace 20 años con la Universidad Nacional, la considero la mejor escuela de Colombia, me siento orgulloso hoy en día de ser uno de sus miembros formales, me duele y rechazo el proceso de mercantilización capitalista que cada vez se le aplica más. Después de una experiencia reciente un poco triste, aunque con buenas calificaciones, en la Maestría en Economía también en esta escuela, actualmente en mi proceso y en los diversos contextos de la Maestría en Educación y del Instituto de Investigaciones en Educación estoy logrando importantes intercambios y aprendizajes sobre temas que son de gran relevancia para mi proceso vital. Nuevamente en esta experiencia de educación formal, considero que las aproximaciones a conocimientos relevantes y aprendizajes importantes están sucediendo en las actividades menos formales y rígidas de la escuela.
Con todo lo anterior no estoy asegurando que los procesos de crianza, aprendizaje y educación desescolarizada son siempre mejores a los procesos escolarizados, todo depende, como probablemente casi todo en la vida, todo depende, depende de muchos elementos que constituyen los contextos de vida, pero si estoy convencido por ahora que la desescolarización es un proceso con mayores posibilidades para ayudarnos aprender a saber, aprender a hacer, aprender a tener, aprender a ser y aprender a vivir[35], es decir a ser seres humanos más vitales, más concientes con nuestro proceso de construcción como sujetos, más responsables con nuestros entornos y hasta más capaces para sobrevivir y subsistir en la sociedad.
Cordialmente,
Muchas gracias por la lectura, atención y críticas.
Salud y las mejores energías.
Erwin Fabián García López – erwinfabiangl@...
Aprendiz de la maestría en educación
Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá.


[1] Este intento de ensayo es posible también gracias a la intensa motivación que me genera el proceso de paternidad radical con mi hijo Matías y mi hija Libertad y gracias al inmenso apoyo para esta labor de escritura de mi amada novia Alejandra y mamá radical de nuestro hijo e hija.
[2] Para mi el “estilo académico” se refiere a la utilización de algunos lenguajes y jergas que habitualmente no utilizo y la mención explícita y frecuente de textos y autores que tienen trabajos relacionados con las ideas aquí presentadas. Desde luego que estoy convencido que mis ideas no son originales, solo son parte de mi proceso de aprendizaje conciente e inconciente de lo que muchos otros seres humanos ya han experimentado y verbalizado.
[3] Entendemos escolarización como el proceso de crianza, aprendizaje y educación que suceda en la escuela, colegio, universidad en sus actividades formales.
[4] Hay muchas probables definiciones para la noción de desescolarización, la de Pat Farenga http://www.patfarenga.com/index.html discípulo de John Caldwell Holt nos gusta bastante, pero para efectos de facilitar este escrito vamos a entender desescolarización como los procesos de crianza, aprendizaje y educación que suceden por fura de la escuela, el colegio, la universidad en general de las instituciones de educación y sus actividades formales.
[5] Juan Amós Comenio (Jan Komensky). Didáctica Magna (1628 – 1632), México: Editorial Porrúa, 1982
[6] Luis Fernando Ramírez Barrero http://www.abrapalabra.net/
[7] Desde hace varios vengo comprendiendo que la democracia como sistema político público es un instrumento al servicio de la cultura capitalista mafiosa y criminal, por eso he dejado de considerarlo como un proceso y escenario deseable.
[8] Gabriel Restrepo. Teoría de la acción social como puesta en escena. Manuscrito.
[9] Edgar Morin. El Método 5, La humanidad de la humanidad. Traducción de Ana Sánchez. Segunda Edición. Catedra. 2006.
[10] Donald, J. “Faros del futuro: enseñanza, sujeción y subjetivación”, en Larrosa, J. (ed.). Escuela, poder y subjetivación, Barcelona: Ediciones La Piqueta.
[11] Donald, J. “Faros del futuro: enseñanza, sujeción y subjetivación”, en Larrosa, J. (ed.). Escuela, poder y subjetivación, Barcelona: Ediciones La Piqueta.
[12] John Dewey Experiencia y educación, Madrid: Biblioteca Nueva, 2004.
[13] Sobre este concepto de clima de aprendizaje revisar artículos de los trabajo de Luis Fernando Ramírez Barrero http://www.abrapalabra.net/
[14] Peter McLaren Pedagogía crítica y cultura depredadora. Barcelona, Paidós.
[15] Jacques Rancière utiliza esta noción de atontamiento de Joseph Jacotot en El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual, Barcelona: Editorial Laertes, 2002.
[16] Estos conceptos de atontamiento, práctica explicativa y desigualdad de la inteligencias están bastante trabajados en Ranciére, Jacques. El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual, Barcelona: Editorial Laertes, 2002.
[17] Para profundizar en algunas de las criticas más contundentes a la escuela contemporánea es pertinente estudiar: John Taylor Gatto, Por qué la escuela no educa. Discurso de aceptación de John Taylor Gatto para el galardón de Maestro del Año de Nueva York, el 30 de enero de 1990.
John Taylor Gatto. Historia secreta del sistema educativo. Underground History of American Education.
[18] Gabriel Restrepo. El afecto en la escuela. Manuscrito.
[19] En un trabajo que adelanta la Fundación Cedavida, Unión Europea y UNICEF, como también en otros estudios más específicos sobre las características de los profesores y profesoras, la mayoría dicen que hacen ese trabajo porque no han logrado otras oportunidades mejores en sus búsquedas de labor remunerada. Pero lo que puede ser aun más grave, la mayoría de los profesores y profesoras no han realizado mínimos procesos de autoconocimiento, autoobservación, revisión conciente de su proceso de construcción como sujetos. Sin haber intentado, ni estar interesados en esas búsquedas en sus propios procesos de vida, como pretenden “enseñar” a otras y otros ser mejores seres humanos.
[20] Henry Adams, La educación de Henry Adams. Barcelona, España. Alba Editorial. 2001.
[21] Laura Gutman. Crianza, violencias invisibles y adicciones. Buenos Aires. Editorial Del Nuevo Extremo. 2007. http://www.lauragutman.com.ar/
[22] Varela J., Álvarez-Uria, F. Arqueología de la escuela, Madrid, Las Ediciones de la Piqueta, 1991.
[23] Para el caso de Colombia revisar el estudio de Fedesarrollo “Educación, movilidad social y trampa de pobreza” año 2000.
[24] Juan Carlos Tedesco. Educar en la sociedad del conocimiento. México, Fondo de Cultura Económica 2000.
[25] Sobre la connotaciones políticas de la desescolarización. Camy Matthay, La desescolarización como activismo político. Manuscrito. http://www.angelfire.com/folk/celtiberia/desescolarizacion.html
[26] Iván Illich. Hacia el fin de la era escolar. CIDOC. Cuaderno 65. Cuernavaca, 1971. http://www.ivanillich.org/ .
[27] Carta de la transdisciplinariedad. Convento de Arrábida noviembre de 1994. http://www.filosofia.org/cod/c1994tra.htm
[28] Aunque conocemos casos de familias y personas que intentan convertir su casa en una escuela aun más rígida. En la forma en que nosotr@s comprendemos y practicamos la desescolarización, la casa, el hogar, es un ámbito entre muchos otros para la crianza, el aprendizaje y la educación.
[29] Mary Griffith, The unschooling handbook. New York: Three rivers press. 1998.
[30] Pico de la Mirándola (1463 – 1494) . Oratio De Hominis Dignitate. Traducción: Profesor Carlo Federici Casa.
[31] Luis Fernando Ramírez Barrero http://www.abrapalabra.net/
[32] Michel Foucault. “La ética del cuidado de uno mismo como práctica de libertad”, en Foucault, M. Hermenéutica del sujeto, Madrid: La Piqueta, 1994
[33] Michel Foucault, “Tecnologías del yo”, en M. Foucault. Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona, Paidós, 1996
[34] Pedro García Olivio. El irresponsable. Madrid. Editorial Brulot. Segunda edición Verano 2007.
[35] Esta elaboración del aprender para saber, hacer, tener, ser y vivir es una mezcla de lo que le he escuchado al profesor Gabriel Restrepo y a la investigadora en temas de educación Luz María Gómez.




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martes, 13 de mayo de 2008

El Imperio del Consumo - Eduardo galeano

La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.

La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar. El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados.

Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald's, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald's no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald's dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald's de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín. Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald's viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald's, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar? El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiene den las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas? El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante.

El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos.

Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.

Eduardo GALEANO. Montevideo, Uruguay

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